Me golpea hasta tocar los huesos.
El dolor baja como hilo prendido
de vinagre y poesía
haciendo de mí,
un cuerpo roto de excrementos permanentes.
Lloro de orgullo,
mientras es confundido el color verde y azul
de las orugas.
El hombre parece haber muerto
en fórmulas de falso saludo,
¿y quién soy yo?
Me repito mientras muero.
Todavía conservo la vitrina donde agonizo.
Para ganarse el respeto de la muerte
se han de comer buitres a diario.
Apenas conservo tres pares de libros
donde quedan guardados
los continuos pulsos que pudrían nuestro espacio.
Confundiste la flor de almendro
con el moho de las cloacas.
No te lo reprocho encanto,
pues los verdaderos poetas
crecen en la oscuridad del barro,
al menos,
eso es lo que cuentan.
Pilar Molina.
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